Hace mucho tiempo, una idea podía encender el fuego del debate, estimular otras ideas, incitar a la revolución y cambiar fundamentalmente la forma de ver y pensar el mundo. Las ideas podrían penetrar en la cultura general y convertir en celebridades a los pensadores – sobre todo Albert Einstein, Reinhold Niebuhr, Daniel Bell, Betty Friedan, Carl Sagan y Stephen Jay Gould, para nombrar unos pocos.
En sí mismas podrían ser famosas: por ejemplo, el “fin de las ideologías”, “el medio es el mensaje”, “la mística femenina”, “la teoría del Big Bang”, “el fin de la historia”. Una gran idea podría capturar la portada del Time – “¿Ha muerto Dios?”.
Cuánto tiempo hace de eso. Si nuestras ideas parecen más pequeñas hoy en día, no es porque seamos menos inteligentes que nuestros antepasados, sino porque simplemente no les damos tanta importancia como lo hicieron ellos. En efecto, vivimos en un mundo post-idea. Un mundo en el que grandes ideas provocadoras, pero que no pueden ser monetizadas al instante tienen un valor intrínseco tan pequeño que hay poca gente generándolas y menos gente que se dedique a la difusión.
[quote] Las ideas audaces son casi cosa del pasado. [/quote]
Extracto traducido del New York Times. Artículo completo.